martedì 29 maggio 2007

EL MUNDO QUE ESTAMOS DEJANDO EN HERENCIA

Hay una frase que los viajeros escuchan con cierta frecuencia al acontecer de algunas casualidades: “¡qué chiquito que es el mundo..! Parece que la globalización haya, entre tantas virtudes y defectos, abatido las fronteras y permitido que el mundo del comercio se mueva de país en país sin que las anteriores barreras aduaneras o tarifarias puedan ya controlar el eterno vaivén de productos que llegan a (y salen de) cualquier país. No así las personas.
Estuve dando un par de conferencias en la Universidad de Roma “La Sapienza”, en la cátedra de Historia de América Latina y abordando apasionadamente los temas que consideraba de interés debatía con mis alumnos / colegas los pro y los contra de los varios acuerdos comerciales del continente americano. Al abordar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), la profesora Salvetti me sorprendió con una observación: “entre México y los Estados Unidos los productos del mercado pueden transitar libremente... es a las personas que disparan”, aludiendo a la tristemente célebre historia de los que atraviesan mojados el río Grande (frontera mejicana con Texas) en búsqueda del sueño capitalista; y de los agentes del Servicio de Inmigración y Naturalización (INS, por sus siglas en inglés) que desde el otro lado tratan de detenerlos disparándoles...

Inútil recordar la “diplomacia” estadounidense en relación con Nicaragua. Los Melton y los Trivelli y su infinita ingerencia en los asuntos internos del país, la falta de respeto y arrogancia con que se intrometen en nuestras decisiones con esa no tan nueva extraña idea de que su democracia es un artículo de exportación (además de destrucción y de muerte)... ¡Cuánta razón tenia Benito Juárez (presidente de México, 1858-1872) al observar con tristeza que su país se encontraba tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos! ¡O nuestro Rubén Darío reprochando al “desgraciado almirante[1] y profetizando el llanto de tantos millones de hombres![2]

Más allá de la sempiterna duda sobre el sentido de la vida, de la eterna interrogante observada en el “encorvado cuello al paso de los tristes y errantes soñadores” el poeta cuenta sus temores a Juan Ramón Jiménez, profetiza, pienso ahora, el mundo globalizado que en ese entonces un Roosevelt estaba apenas concibiendo y que ya la América india de principios del siglo pasado percibía como un hondo temblor que pasa por las vértebras enormes de los Andes... “¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? [...] ¿Callaremos ahora para llorar después?”[3]

En esta reflexión un siglo después observo con asombro el carácter actual de esta nuestra situación que se ha quedado casi congelada en los últimos doscientos años. La diplomacia, el sector financiero internacional, el comercio y, desde luego, la democracia (por citar escasos ejemplos) no son más que una manifestación de potencia, de dominio, de neocolonialismo que los mismos potentes siguen imponiendo al resto del mundo en su eterna búsqueda de supremacía, de poder, sin importar el río de sufrimiento y de muerte que van dejando a su paso, ya que en este juego no es quien tiene la razón que cuenta, sino quien tiene las armas más potentes... nueva era, alianza para el progreso, doctrina Monroe son tres de las miles acepciones bajo las cuales han colonizado el continente y nos han aislado del mundo civilizado apretándonos en un abrazo casi mortal, no para exterminarnos, solamente para que no nos dé tiempo de pensar, de reaccionar.

El presidente estadounidense acaba de imponer una vez más su política al mundo. También esta vez el cazador primitivo y moderno[4] desembolsará miles de millones de dólares para continuar la guerra en Irak sin importarle las verdaderas prioridades del mundo actual (en un lejanísimo continente, Darfur, Somalia, por citar sólo dos del enorme rosario de países donde miles y miles de inocentes mueren cotidianamente por la falta de alimentos y medicina – y que son realidades a nosotros lejanas pero que debemos tener presente hoy más que nunca). En su ciega ambición de poder, el representante de la casa blanca arrastra al resto del mundo a una situación que, con las premisas presentes, es un callejón sin salida que no presagia nada de bueno y no puede producir más que violencia y agudizar los conflictos en curso.

El gigante europeo observa. De igual forma observaba la subida al poder de un tristemente famoso alemán que los arrastró a un conflicto mundial que causó más de cincuenta millones de muertos y la polarización del mundo en dos áreas de influencia divididas por una cortina de hierro que parece aún exista. Cuando quisieron reaccionar con la diplomacia y con acciones más directas, era demasiado tarde y era imposible cambiar el curso de las cosas.
El sueño es que esta vez actúe el viejo continente e imponga las razones de la cultura milenaria que tienen sobre sus hombros, que negocien la paz y la modernización con reglas más equitativas, más humanas y en un ambiente donde todos opinen, todos aporten, todos se beneficien...

¿Terrorismo? Dejando a un lado el manual de la CIA y la política estadounidense de los años ochenta (del siglo pasado) esta palabra hoy cobra un poder sorprendente, espantoso. Su poder es mayor que cualquier imperio, que cualquier religión y en su nombre se cometen atroces violaciones de los derechos humanos en esa parte del globo que hoy se irgue a guía mundial, a democracia de referencia y que tiene en el puño el poder de imponer decisiones tanto en el seno del pacto atlántico como en las Naciones Unidas. Quien ha cruzado las fronteras de los Estados Unidos recordará perfectamente las miles preguntas, la arrogancia de los oficiales de policía (de origen latinoamericano) que rehúsan hablar español, la angustia de la espera infinita, la foto y las huellas digitales (como cualquier criminal) y, al fin, el respiro de alivio cuando finalmente pasas y tienes que agradecerles por el "enorme favor que te están haciendo". No importa el color de tu pasaporte, importa solamente que ellos ponen las reglas y toca al resto del mundo respetarlas... la Europa milenaria es diferente y siempre me sorprendo cuando me llaman señor y me explican con miles fórmulas de cortesía que es un control necesario... más allá de alguno que otro esporádico acto de prepotencia característico de quien tiene el poder y las armas que lo autorizan a ejercerlo. ¡Qué mundo tan diferente y extrañó hemos construido!

En mis sueños de infancia, en mis juegos de niño, imaginaba un mundo completamente diferente; en la escuela más que leer devoraba los libros admirando las proezas de quienes me habían precedido y pensando que un día, sin lugar a dudas íbamos a vivir en el mejor de los mundos posibles[5].

A finales de invierno un evento despertó en mi recuerdos que creía haber removido para siempre y motivó esta reflexión, mientras me encontraba en París acompañando a una amiga que vino a visitarnos desde California.
Estábamos haciendo la fila para entrar a la torre Eiffel y frente a nosotros estaba un grupo de niños de la escuela primaria parisina que esperaban su turno y mientras tanto conversaban amenamente de la construcción del monumento, haciendo mil preguntas a la maestra. En un abrir y cerrar de ojos recordé mi infancia matagalpina y mis libros y la emoción que sentía al leer de Rubén Darío, casi a quererme identificar con la emoción y el orgullo de ese jardín de chavales que hoy florece en un mundo mejor gracias a los sacrificios y al trabajo de sus antecesores.
Casi al llegar a la taquilla los niños abrían sus mochilitas y los guardias de seguridad controlaban minuciosamente entre los cuadernos y lápices para garantizar que no llevaran bombas ni nada que pudiera causar un ataque terrorista. Me sorprendió la mirada fija, atónita de un pequeñuelo de escasos siete años que con su tez sonrojada (casi avergonzado, diría) me miró fijamente con sus ojos verdes. En su seño leí una pregunta que me ha causado tantos desvelos y a la que no he podido dar respuesta: ¿es este el mundo que les estamos dejando en herencia?
(por: Víctor Ramón González García - Roma, Italia)

[1] A Cristóbal Colón - R.D.
[2] A Juan Ramón Jiménez (Los Cisnes) - R.D.
[3] Ab. Ídem
[4] A Roosevelt - R.D.
[5] La vana esperanza del protagonista de "Cándido o el optimismo" (de Voltaire)

2 commenti:

Anonimo ha detto...

Es lamentable que las potencias de este mundo se preocupen mas por sus intereses de poder y le vuelvan la espalda a los verdaderos problemas mundiales; hambrunas, violencias y el deterioro ambiental que las mismas potencial le han abonado a nuestro dañado planeta. Y no piensan en que si dañamos nuestra casa a donde iremos a vivir.

Anonimo ha detto...

TANTISSIME GRAZIE DA UN "COSECHERO". HO RACCOLTO CAFFE' A MATAGALPA NEL 1991. ERA DA ALLORA CHE CERCAVO LE PAROLE DEL CANTO EPICO. ROBERTO LOMBARDI. robilombardi@tiscali.it