domenica 5 ottobre 2008

Primer aguacero - Luis Alberto Cabrales

Primer Aguacero

ANOCHE, toda la noche,
cayó el primer aguacero.
Por eso
alegre estaba el campo en la mañana
con su camisa blanca de todos los domingos
y el pantalón azul de la Semana Santa.
Alegre estaba el campo
de azul y de blanco.
Silbando se fue a la ciudad
con su nuevo sombrero de pita;
trascendía a hierba, a fruta y a humedad.
Como viera los árboles todos llenos de trino,
como viera las nubes todas llenas de sol,
compró para el colocho
un centavo de olor
en la venta que puso mayo en el camino.

(Dedicado a mi sobrino: Hamilton Javier Espino González)

Reseña literaria

Nicaragüenismo: Al saborear este bellísimo poema de Cabrales (Primer Aguacero) el primer aroma que envuelve el entorno es una gran ternura y concreción, donde se aprecia ese fuerte calor nacional que siempre acompañó al poeta en su vida cotidiana y literaria, que busca frenético en sus prosas y sus versos un tono más cercano al habla cotidiana y al paisaje nicaragüense, a ese nicaragüense sol de encendidos oros que su maestro, el gran Rubén, cantara tiempo atrás. Y no sólo es notorio que su poesía «siempre dulce y su prosa, ácida [...] discurre constantemente, sobre campos que su maestro Rubén Darío apenas vislumbró, y que sólo él logró desbrozar para que otros sembraran y cosecharan»[1].

[...] Alegre estaba el campo /de azul y de blanco.

Sacude a primera vista su impresionante amor por la patria donde con maestría vanguardista quiere plasmar la alegría y sueña pintarla con palabras... poesía que más que ser leída es ofrecida para ser saboreada, tocada con las manos... inmortalizada con los heroicos matices del glorioso pendón bicolor. Transmite la dureza del sacrificio, de la renuncia a la internacionalidad para empaparse de lo nacional, de lo cotidiano «como atributo a una posesión más íntima y a un quehacer cotidiano más puro e inmediato»[2], hasta fundirse en la cotidianidad de la noche mientras el cálido viento de la semana mayor celebra con júbilo la llegada de las primeras lluvias de mayo.

[...] con su camisa blanca de todos los domingos
y el pantalón azul de la Semana Santa.

Cabrales homenajea la lluvia[3], cual profana deidad a la que se elevan las plegarias campesinas para que irradie sus gotas de fertilidad que harán florecer la vida del vientre de la tierra. Esa tierra de un tiempo donde los ojos grandes y negros de una niña campesina sueñan con la ternura de un mozo y al escuchar las serenatas de los grillos brillan ruborizados, incrustados en su tez morena con el pasar del lucero del alba y el inicio de las primeras faenas del nuevo día...

La lluvia es un concierto, es un allegro, un crescendo de notas y tonalidades que en los techos de paja, de zinc, en los charcos, con su sinfonía promete que el caudaloso rumor de la quebrada va a traer paz y vida este año también. Es a la lluvia como diosa de la fertilidad que canturrea Cabrales ofrendándole este villancico lleno de ternura y de amor por esa primera agüita de mayo que empapa la tierra y hará crecer y fructificar la cosecha.

Canta a la lluvia dejando a un lado el lirismo y la ideología que con Charles Maurras lo incitó al fascismo en esas oscuras páginas de la historia europea y universal que habrían de cobrar más de cincuenta millones de vidas inocentes durante el segundo conflicto mundial. El canto, en cambio, es un himno a la gloria, las notas, el tic-tac incesante, rítmico de la lluvia será dentro de poco mango, almendra o mandarina: lluvia que inicia una época, un repetirse de labores campesinas que desde la siembra (a lo largo del abono, de la cosecha, del corte, de la pepena, la repela, etc.) irán cantando melódicas notas hasta que la fertilidad de la tierra se convierta en vida, en vida nueva y el compasado ritmo de la lluvia se mezcle con la risa de los niños que juguetean y corretean en el fango como representando “La Danse” de Matisse... baile a la vida como en una composición poética más madura, más dulce y jugosa, más íntima que plasma un cotidiano acontecer... auténtico, puro e inmediato. Así es, porque en esta poesía amorosa de Nicaragua se percibe que en los huertos amicales de Cabrales florece y fructifica la vida, jamás el egoísmo. ¡La palabra injusticia jamás fructificó!

Lírica y política: Se aprecia también en esta obra poética una severa crítica hacia la falsa moral y sobre todo a la militancia religiosa amañada, hipócrita. Julio Valle Castillo (novelista y crítico literario) en su prólogo a Ópera parva, elogiaba la «potencia lírica que, segura de su capacidad, se impone deliberadamente restricciones». Representa a Cabrales como «un poeta sentado en el trono de su primera persona [...] que divide y une el amor y la muerte, como la mayoría de poetas que en el mundo han sido. Y es esa fuerza lírica la que le otorga vigencia, modernidad, actualidad a su poesía tradicional y conservadora, la que lo hace trascender sus limitaciones y aberraciones ideológicas y asimismo le dispensa y neutraliza sus excesos y deficiencias [...]»[4]. Es exactamente esa la fuerza lírica que se aprecia en Primer Aguacero. Potencia lírica que justifica la trasnochada atmósfera romántica de la poesía, casi como si la lluvia tanto esperada nos sorprendiera con un cántico nuevo, con una nueva modalidad de florecimiento. Como si el milagro de la vida tras la siembra fuera un evento inesperado para vestirse de blanco y celebrarlo en cualquier ermita dominical montaña adentro, adobados a fiesta, olvidando por un instante que la mayor parte de esa naciente vida se perderá en las inhumanas ambiciones de los terratenientes como «la más cruenta mercancía para los mercados imperialistas: arruinando al campo y al campesino juntos»[5].

[...] Silbando se fue a la ciudad
con su nuevo sombrero de pita;
trascendía a hierba, a fruta y a humedad

Llueve también la denuncia, aleaciones estéticas y contradicciones políticas. El poeta denuncia la vida y también la situación que experimentan “los que viven”. La lluvia deja de ser un fenómeno meteoro-lógico para convertirse en un ente vivo que observa, planifica y decide dónde y cuando inundar con su caudal de amor y vida. El campo se viste de blanco. La Semana Santa, vestida con su pantalón azul, observa los últimos días del árido abril y mayo agasaja los primeros aromas de la estación de las lluvias “poniendo una venta” de olores donde es la misma lluvia que va a realizar su abastecimiento. Casi como querer reprochar el mercantilismo que se ocasiona de una lluvia que quiso llegar de madrugada para ofrecerse gratis en el proyecto de la vida mientras la mano invisible de la oligarquía teje la tela en la cual se quedan atrapadas las esperanzas de los campesinos y el dios dinero afila su hoz para golpear también esta vez a los más sufridos.

Conclusión: Leyendo la poesía en sí, sin querer hablar de la atmósfera nocturna que marcadamente recuerda a José Asunción Silva o a Amado Nervo, la potencia lírica del autor y su férrea defensa del Sumo Poeta padre del Modernismo (Rubén Darío), Cabrales transmite infinita ternura y esperanza con su composición poética. El canto de la tierra que se empapa de la cotidiana vida representada por la lluvia. Es la supervivencia de los audaces, de los madrugadores que desayunan sol y lluvia para ofrecer sus diarias faenas en el proyecto de la arquitectura de la vida.

La poesía es cíclica, representa, pinta con palabras las escenas que tras miles y miles de años se han repetido en el corazón de la montaña, contaminándose ahora por el espíritu político de las vivencias del momento, ahora por la costumbre religiosa, ahora por la memoria histórica. Queda presente en la poesía de Cabrales la continuidad de la existencia, de la vida. La perpetuidad de la esperanza, del canto a la madre naturaleza, el retorno a lo ancestral y lo divino y la contaminación del dios pagano. Porque el ciclo de la cosecha, el ciclo de la vida, el ciclo de la lluvia lo envuelven todo.

Al cantarle a la lluvia, Cabrales canta a la continuidad: es la lluvia que lleva y trae las vivencias, es la lluvia el punto de unión, de fusión con los antepasados. Es la lluvia el punto de contacto con el futuro porque su canto puede traer vida o trae muerte... sin embargo, el poeta, consciente de esta gran contradicción canta a la vida arrastrada por la lluvia porque está en el ánimo del “campo” nicaragüense tener intactas la esperanza, la lucha, la fe en el futuro.


[1] G.R. Tablada, Cabrales. El último juglar, La Prensa Literaria / Sábado 1 de diciembre de 2001.
[2] G.R. Tablada, Ibidem.
[3] Fue el primer poeta que le cantó al primer aguacero nicaragüense [Nota del ensayista]
[4] L.E. Gutiérrez, Recordando al inolvidable Luis Cabrales, El Nuevo Diario, 8 de octubre de 2001.
[5] G.R. Tablada, Ibidem.

Nessun commento: